Tras la vigilia ecuménica de la tarde del sábado en San Pedro y el retiro espritual posterior, comienza hoy la Asamblea General del Sínodo de la Sinodalidad. Y lo hace con una Eucaristía presidida por el Santo Padre. Además, esta es la primera Misa junto al Papa de los 21 nuevos cardenales creados el pasado día 30 de septiembre, entre ellos el nuevo cardenal José Cobo Cano, arzobispo de Madrid.
Precisamente, el cardenal Cobo publicaba esta mañana justo antes de la Eucaristía un post en la red social X (anteriormente conocida como Twitter) en la que invitaba a la Iglesia que camina en Madrid a rezar por el Sínodo y por «los padres y madres sinodales, para que escuchen la voz del Espíritu y encontremos nuevos caminos para construir el Reino».
Las sesiones de la Asamblea General del Sínodo tendrán lugar en el Aula Pablo VI, y no en las aulas sinodales, como estaba previsto en un principio, debido al gran número de participantes: 464 personas acudirán entre especialistas, teólogos, invitados y los 365 padres y madres sinodales con derecho a voto.
«Jesús no se deja vencer por la tristeza», explicaba el Santo Padre en la homilía, al experimentar el rechazo. Más allá de eso, «levanta los ojos al cielo y bendice al Padre». Estamos en la apertura del Sínodo, advertía a los padres y madres sinodales, a los cardenales y a los obispos, «y no nos vale una visión inmanente, con estrategias humanas o cálculos políticos». «El Sínodo no es un parlamento o un plan de reformas», apuntaba, sino que «el protagonista es el Espíritu Santo». Nuestra Iglesia no busca «escapatorias ideológicas ni deja que el mundo le dicte su agenda», pero sí debe mirar al presente para encontrar «nuevos caminos para el apostolado católico». Debemos, por tanto, presentarnos a los problemas de hoy «no con espíritu de conflicto», simo tratando de llevar a Dios a los demás.
La principal tarea del Sínodo, continuaba el Santo Padre, es volver a poner a Dios en el centro, para ser «una Igesia que mira a la humanidad con misericordia y que trata de ser unida y fraterna, que bendice y anima y ayuda a quienes buscan al Señor y que no busca divisiones internas», detallaba. Jesús nos invita a ser una Iglesia abierta, con actitud «cordial y amable, para poder confrontarnos sin miedo». Y es que el Sínodo, decía, puede ser una bonita ocasión para convertirnos, parafraseando a Pablo VI, en una «Iglesia que se hace coloquio. Una Iglesia del yugo suave que no impone cargas». Jesús quiere que las puertas de la Iglesia estén «abiertas a todos, a todos, a todos», repetía de nuevo Francisco, igual que explicó en la Jornada Mundial de la Juventud del pasado mes de agosto en Lisboa.
Frente a las dificultades y retos que tenemos como Iglesia, seguía hablando el Papa, la mirada de Jesús nos evita muchas tentaciones, como la de replegarnos en nosotros mismos, «ser una aduana o ceder ante las modas del mundo». Terminaba pidiendo a los cristianos y dirigiéndose a los participantes del Sínodo a que «caminemos juntos». El Sínodo nos recuerda que la Iglesia siempre tiene necesidad de ser reparada, porque «somos pecadores y perdonados». San Francisco de Asís, a quien el Santo Padre ha puesto de ejemplo y modelo «abrazó las armas del evangelio: la oración, la humildad y la caridad» e invitó a los cristianos a utilizar estas armas para trabajar por l Iglesia.
«Si el pueblo santo de Dios junto a sus pastores», advertía el Papa, alimentan expectativas, esperanzas o, incluso, temores ante el Sínodo, «hay que recordar que esto no es un parlamento político y polarizado, sino un llamamiento del Espíritu». «Dejemos que el protagonista sea el Espíritu», pedía.